lunes, 22 de diciembre de 2008

Monólogo

La otra noche, mientras volvía a casa, me lo encontré de frente. Caminando hacia mí con paso decidido. Era él, mi mejor amigo, es del que estás secretamente enamorada. Al que conoces desde que tienes memoria.
El que cuando teníais 3 años y estabais en el patio del colegio te regaló un gusano muerto que tú guardaste con un cariño enorme durante años, hasta que te diste cuenta de lo que realmente era.
Con el que tu madre solía emparejarte cuando solo tenías 5 años, y que solía bromear con la madre de este diciendo que iban a ser familia porque algún día nos casaríamos. Y que nos hacían darnos besos mientras nos quitaban fotos y se desternillaban de risa.
El que cuando teníais 7 te pegaba, te quitaba el columpio, te deshacía las trenzas, te metía arena por la camiseta, te pegaba los mocos en la silla o te hacía la zancadilla siempre que tenía oportunidad… decía la gente que eso era amor.
El que cuando teníais 10 te tenía vergüenza y apenas te hablaba, a pesar de que te conocía desde hacía años.
Y que cuando teníais 12 te conseguía peluches en las fiestas, te compraba algodón de azúcar, y se subía contigo en las atracciones que te daban miedo, o que en los coches de choque quería ir sentado contigo para fardar de lo “buen” piloto que era.
El que cuando teníais 13 te contaba todo todo lo que pasaba por su mente, las chicas que le gustaban, y todas esas perversiones que comienzan a pasar por la mente de los preadolescentes.
Y que cuando teníais 15 te acompañaba a casa después de la playa para que no fueras sola, y que cuando salíais de fiesta venía a buscarte y después volvía a acompañarte por lo que te pudiera pasar.
Pero el que cuando cumplió los 16, decidió salir con tu mejor amiga, y aún por encima meterte en la relación, contándote cada detalle, cada caricia, cada beso, cada momento que pasaban juntos. Quería que solucionaras sus problemas de pareja, que le dieras ideas para citas perfectas, que le aconsejaras, (o más bien, eligieras) los regalos ideales para ella, y que tú a regañadientes buscabas con tanto esmero, como si fuesen para ti. Y así con todas las demás chicas, (que fueron muchas).

El que cuando ya teníais 17 te besa apasionadamente un día de borrachera, y te dice que te quiere, que eres la cosa más bonita del mundo, que siempre estuvo enamorado de ti, pero que pensaba que no estaba a la altura,… y un montón de chorradas más que tú, como eres tan ingenua, te crees a la primera de turno. Y que al día siguiente, te dice que todo fue un error, que no debería de haber pasado, que lo mejor era olvidarlo, y quedar como amigos. Que erais…como HERMANOS.
Pues a ese grandísimo amigo es al que te encuentras mientras te diriges a tu casa harta de todo, y a él no se le ocurre otra cosa que venir lanzado hacia ti, agarrarte dulcemente la mejilla y besarte sin decir palabra. Y es entonces cuando los edificios, las calles, las personas, las farolas y los coches desaparecen, y comenzáis a dar vueltas en un escenario de luces y colores, en el que vuestras sombras se proyectan hasta el infinito, y mientras ese beso dura eternamente, una canción estilo "titanic" suena de fondo, y vosotros seguís girando y girando.
Pero como no todo es tan perfecto en este mundo, y menos tu triste y miserable vida, ese magnífico fondo comienza a resquebrajarse, y una grieta separa los colores, la música, las sombras, y también a vosotros.

Todo se vuelve oscuro, y es ahora cuando abres los ojos y te das cuenta de que estás en tu cama, con los pelos patas arriba, las sabanas revueltas, una resaca del copón y a tu abuela roncando en la cama de al lado. Y te preguntas si la vida le puede ir peor a alguien, dudas si sería mejor volver a dormir, o levantarse. Y te decides por despertar a tu abuela, beber un vaso de agua y volver a la cama a dormir, porque, que narices, la mejor manera de curar una buena borrachera, es descanso, silencio, y agua, abundante agua.

1 comentario:

María dijo...

Me encanta tu monologo, es verdaderamente asombrante, espero que a mi no me pases eso pero creo que todo lo que escribistes ahí aparte de hacernos reir, siempre tendremos un hombro en el que llorar. Es fascinate me quedaría horas leyendolo.