Una joven llega con sus padres a una casa de campo para pasar unas cortas vacaciones. Ya al atardecer, la chica sale a dar una vuelta por las cercanías. Cae la noche y se pierde en el bosque. Se oyen grillos y una enigmática lechuza. Una voz bronca la llama. La joven empieza a sentir miedo. Queda estupefacta cuando ve que es un árbol quien pretende comunicarse con ella.
Oye chica, ¿Qué haces aquí sola en un bosque como este? ¿No sabes que es peligroso para ti? La joven con voz tenue respondió. Es que me he perdido y no se como puedo salir de aquí, tu me podrías ayudar, pero deja que te haga primero una pregunta, ¿Cómo es que puedes hablarme? El árbol ya un poco incomodado le dice, mira eso no importa ahora, lo importante es que te pueda sacar de aquí son que te vean, ven conmigo te encontraré un lugar donde podrás dormir y cuando amanezca te llevaré a tu casa.
Nada mas amanecer, cuando se veían los primeros rayos del sol, el árbol despertó a la chica. Bien ahora debemos irnos. Espera, dijo la chica precipitada, ¿Cómo te llamas? Me llamo Brus, ¿y tu jovencita? Soy Darla, respondió con cara de felicidad. No entiendo por que me miras con esa cara, le dijo Brus. Es que, nunca había conocido a un árbol. Brus suspiró, yo tampoco había conocido a una chica como tu. Bueno ahora pongámonos en camino.
Se echaron a andar, anduvieron, anduvieron y no daban encontrado la salida de aquel lugar. Es como si los árboles supieran que Darla estaba allí y no quisieran que se marchase. Después de un par de horas se sentaron a descansar, pues un árbol tan pesado como Brus no podía andar tanto como un árbol de carreras, además ahora que el sol estaba en lo alto el cansancio era aun mayor. Tanto que a Darla, le resbalaban unas gotas de sudor por la frente.
Tanto esfuerzo para nada, dijo Brus con un aire sofocador. No te rindas aún tenemos que salir de aquí, y si quieres puedes quedarte conmigo para siempre, en el lugar donde vivo las tierras son muy fértiles y también hay una pequeña laguna donde poder refrescarse, ¿Qué me dices? Brus quedó pensativo no se podía imaginar su vida fuera del bosque, allí era donde estaban todos sus familiares y amigos, nunca había salido de aquel lugar, pero en cambio con una sonrisa de oreja a oreja respondió con un si muy seguro.
Los dos extraños amigos decidieron seguir rumbo a lo que estaban, buscar la salida. Después de mucho caminar llegaron a un claro donde se veía todo, los prados, las casas, el mar… ¡Bien! Gritaron de alegría a la vez, desde allí se veía la casa que habían alquilado Darla y sus padres para sus vacaciones. Echaron a correr ladera abajo gritando y riendo de felicidad, una felicidad difícil de alcanzar.
Oye chica, ¿Qué haces aquí sola en un bosque como este? ¿No sabes que es peligroso para ti? La joven con voz tenue respondió. Es que me he perdido y no se como puedo salir de aquí, tu me podrías ayudar, pero deja que te haga primero una pregunta, ¿Cómo es que puedes hablarme? El árbol ya un poco incomodado le dice, mira eso no importa ahora, lo importante es que te pueda sacar de aquí son que te vean, ven conmigo te encontraré un lugar donde podrás dormir y cuando amanezca te llevaré a tu casa.
Nada mas amanecer, cuando se veían los primeros rayos del sol, el árbol despertó a la chica. Bien ahora debemos irnos. Espera, dijo la chica precipitada, ¿Cómo te llamas? Me llamo Brus, ¿y tu jovencita? Soy Darla, respondió con cara de felicidad. No entiendo por que me miras con esa cara, le dijo Brus. Es que, nunca había conocido a un árbol. Brus suspiró, yo tampoco había conocido a una chica como tu. Bueno ahora pongámonos en camino.
Se echaron a andar, anduvieron, anduvieron y no daban encontrado la salida de aquel lugar. Es como si los árboles supieran que Darla estaba allí y no quisieran que se marchase. Después de un par de horas se sentaron a descansar, pues un árbol tan pesado como Brus no podía andar tanto como un árbol de carreras, además ahora que el sol estaba en lo alto el cansancio era aun mayor. Tanto que a Darla, le resbalaban unas gotas de sudor por la frente.
Tanto esfuerzo para nada, dijo Brus con un aire sofocador. No te rindas aún tenemos que salir de aquí, y si quieres puedes quedarte conmigo para siempre, en el lugar donde vivo las tierras son muy fértiles y también hay una pequeña laguna donde poder refrescarse, ¿Qué me dices? Brus quedó pensativo no se podía imaginar su vida fuera del bosque, allí era donde estaban todos sus familiares y amigos, nunca había salido de aquel lugar, pero en cambio con una sonrisa de oreja a oreja respondió con un si muy seguro.
Los dos extraños amigos decidieron seguir rumbo a lo que estaban, buscar la salida. Después de mucho caminar llegaron a un claro donde se veía todo, los prados, las casas, el mar… ¡Bien! Gritaron de alegría a la vez, desde allí se veía la casa que habían alquilado Darla y sus padres para sus vacaciones. Echaron a correr ladera abajo gritando y riendo de felicidad, una felicidad difícil de alcanzar.
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